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Un Santo La gente se arremolinó al lado de los heridos y fue cuando el pánico envolvió con su manto invisible a los familiares y amigos de Clemente y Miguel, cuya sangre caliente brotaba con fuerza por las heridas mortales. Clemente se puso la mano en el pecho, apretujándoselo, como tratando de evitar que se le fuera la vida en el potente chorro rojo que le manaba de la herida que le acababan de propinar. Un instante después del hecho, cuando aún no se le había ido la felicidad del rostro, Clemente pensó en voz alta por qué había pasado y precisamente qué habría motivado el ataque demencial a él, un hombre que gozaba de tanto cariño en el pueblo. “¿Qué hice?”, dijo. Los familiares que esa fatídica noche del 29 de enero departían con Clemente y su sobrino adorado William Torres, entre ellos Wilson Torres, los auxiliaron mientras otros salieron detrás de los atacantes, quienes huyeron antes de que se acabara la canción que recién se estrenaba hace 31 años en Las Piedras, un corregimiento de San Estanislao de Kotska, a 43 kilómetros Un silencio se apoderó de la madrugada cuando apagaron el picó y las voces de los pedreros le ganaban al murmullo: “pobresitos, están llenos de sangre”, “ojalá se salven”. Corrieron y los subieron a un carro campero jeep de la familia Cantillo Santander. “De esta salimos. No vayan a buscar problemas, esto lo arreglan las autoridades”, se le escuchó decir a Clemente en el viaje de Las Piedras a arjona, por el camino destapado. En ese trance que demoró cerca de una hora, Clemente no paró de hablar de sus hijos y de su amada esposa. Intentó levantarse, pero un sobrino que hacia las veces de enfermero, intentando detener la sangre con un trapo, se lo impidió. Cuando llegaron a Arjona se durmió unos minutos y despertó en la sala de urgencias del Hospital Universitario, donde recibió atención inicial, pero le pidió a sus colegas que salvaran a su sobrino primero porque sus heridas eran mortales y así se cumplió. Eran las 4 de la madrugada, tres horas después del ataque. Clemente pidió que lo arroparan, que tenía frío. Era el frío de la muerte que lo comenzaba a tocar. Se desmayó y fue entonces cuando el grito de un familiar hizo que un médico especialista que llegaba a cubrir un turno lo examinara y decidiera enviarlo al Hospital Bocagrande, para que recibiera atención especializada, donde horas después se le paralizó el corazón para siempre. Murió con una sonrisa II La luz de la luna delató a los atacantes por el brillo del filoso cuchillo usado en el ataque. Era un cuchillo grande, largo y delgadito, como los que tienen los matarifes. “Perfecto para degollar puercos y reses”, se escucharía decir después en el pueblo. Dos hombres altos y fornidos, cuyos nombres conocía todo el pueblo, huían hacia la ciénaga por las solitarias calles de Las Piedras. Poca gente los persiguió porque les importaba más salvar al doctor Clemente y a su sobrino William. Dicen algunos que se levantaron de sus camas, pero más por el silencio que reinaba en el pueblo un día de fiesta, que un boga experto los esperaba en
Un día después del hecho, una turba enardecida y dolida por el crimen del médico quemó la casa de los progenitores de los asesinos, lo que obligó a la familia a abandonar Las Piedras.La gente dice que huyeron hacia Venezuela y que después del hecho nunca volvieron ni a Las Piedras ni a ninguna otra parte de Colombia. Para la familia Cantillo Santander no existen motivos para que asesinaran a Clemente, pues era el más amado de los hermanos, no sólo por su profesión, sino por su carisma. Sin embargo, entre las versiones que se tejen, la más fuerte tiene que ver con el reclamo de unas tierras que adquirió Clemente Cantillo (padre). Los asesinos, quienes resultaron siendo parientes de los Cantillo Santander, pedían más dinero del que se había pagado y eso generó un conflicto.En los corrillos de Las Piedras se comentaba que al doctor Clemente lo habían amenazado sus parientes un mes antes por el asunto de las tierras y él los calmó advirtiéndoles que se podía buscar un arreglo a las buenas, con la justicia, sin injuriar a nadie, ni pelear; pero hay quienes aseguran que los victimarios, cegados por la ira en una borrachera, anunciaron que matarían al hijo más querido de don Clemente Cantillo, uno de los hombres más adinerados de la comarca, pasara lo que pasara.Pero en Las Piedras nadie creyó en las palabras de los borrachos y pensaron que se las llevaría el viento. Al fin y al cabo, ellos eran familia y como tal debían entenderse, considerando la nobleza de Clemente Cantillo (padre). También se dice que el verdadero motivo del asesinato de Clemente fueron los celos y la envidia. Parece ser que muchos no soportaban el éxito del médico y decidieron acabar con su vida, pues su popularidad podía llevarlo a acaparar los votos del pueblo y erigirse como líder político. Sin embargo, todo lo que se ha dicho no ha podido comprobarse, porque ese crimen aún sigue impune.
III Más de dos mil personas asistieron al sepelio que se realizó en el Cementerio Jardines de Cartagena la mañana soleada del 31 de enero. Allí la gente lloró, gritó y pataleó por el asesinato del doctor Clemente Cantillo, el médico que atendía gratis a su gente pobre; y, además; le regalaba las medicinas. IV Desde pequeñito soñó con ser doctor. Sus hermanos recuerdan que operaba lagartijas pequeñas y a cualquier animalito que cayera en sus manos. Al terminar la secundaria ingresó a la universidad en Bogotá, después estudió en Cali e hizo la especialización en Montevideo (Uruguay). Los pedreros recuerdan también la vez que, con una cuchilla de afeitar, extrajo el apéndice de un jovenzuelo de 15 años, nativo de una vereda cercana. La operación se ejecutó en una mesa usada para vender carne. Lo curó con alcohol y, a las tres horas, lo mandó para su casa. Tampoco olvidan su capacidad para curar el asma y el dolor de oído. Su fama se extendió tanto que a su consulta gratis en Las Piedras venía gente de todos los pueblos vecinos. En su pueblo aseguran que una vez curó a un joven demente nada más con hablar dos veces con él. Este muchacho tiraba todo lo que estuviera a su alcance, por lo que sus padres lo tenían amarrado. Cuando se le indagó cómo había hecho para devolverle la serenidad al mozalbete, dijo que era un secreto. El doctor Clemente era tan querido que los campesinos le traían, en agradecimiento por sus consultas, gallinas, pavos, patos, cerdos que casi nunca aceptaba. Todavía, 31 años después, mucha gente en Las Piedras invoca su espíritu para pedirle que los sane de las enfermedades más comunes y extrañas. Hay quienes dicen que si se le pide con amor, él concede el milagro. La fe de los pedreros ha llegado a tal punto que muchas mujeres encienden velas y le rezan para que conceda milagros. “A mi hijo se le desterró el asma gracias al doctor Clemente. Le pedí con fe y me concedió el milagro”, dijo una mujer de Las Piedras. Como éste, son muchos los testimonios que se consiguen en ese pueblo sólo con mencionar el nombre de Clemente Cantillo, el médico que después de muerto sigue curando a su gente. Por esa razón, sus paisanos aseguran que los criminales no advirtieron que habían matado a un santo.
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